domingo, 14 de marzo de 2010

Explicacion educativa de los Exorcismos
















El exorcismo es un ritual o liturgia mediante el que se pretende expulsar o destruir a un ente sobrenatural que se considera ha tomado posesión o control de un objeto físico o ser vivo.

Estos entes, dependiendo de las creencias de los implicados, pueden ser demonios, espíritus malignos, brujos, etc.
El objeto de la posesión puede ser una persona o animal, objetos e incluso lugares como pueblos o casas (poltergeist).

 La posesión puede ser total (el ente toma control de las funciones del poseído, puede moverse, hablar, etc, a través de la víctima) o parcial (en la que el ente utiliza al poseído para alguna actividad concreta, como los íncubos o súcubos, que mantienen relaciones sexuales con la víctima mientras ésta duerme).

El exorcismo está presente en la mayoría de las grandes religiones, incluyendo el cristianismo, el judaísmo y el islamismo.


El exorcismo se ha llevado al cine, en películas como El Exorcista (William Friedkin, 1973), basada en la novela homónima de William Peter Blatty o Constantine (Francis Lawrence, 2008), basada en el cómic “Hellblazer”, de Jamie Delano y Garth Ennis.

Otra película es El Exorcismo de Emily Rose basada en un caso real del exorcismo de una joven poseída, en el cual ésta acaba falleciendo, siendo sus padres y curas participantes juzgados y condenados por negligencia médica.

Exorcismo cátolico:


El ritual de exorcismo católico, incluye la repetición continua de oraciones y órdenes de expulsión, y el uso de objetos que puedan repeler al ente, en este caso un demonio, como crucifijos, agua bendita, reliquias, entre otros.

 El exorcismo en la teología católica halla su base en los textos evangélicos donde se narran las liberaciones y expulsiones de demonios que realizó Jesús como con los endemoniados de Gadara (Mt. 8,28 ss) a un joven (Mc. 9,21) mencionando por ejemplo que para vencer a algunos demonios se requería la práctica de ayuno y oración (Mt. 17,19) un poder que incluso tenían sus discípulos (Lc. 10,17). Siete casos específicos de posesión se relatan en los evangelios.

 En los primeros siglos no existían fórmulas precisas para exorcizar, aunque sí el carisma de expulsar demonios, el cual era usado por los apologistas cristianos para mostrar la divinidad del cristianismo, por ejemplo Tertuliano (Apología. 23) o Minucio Félix (Octavio 27).

El primer libro con fórmulas de exorcismo es el Statua Ecclesiæ Latinæ a fines del año 500, surge así una literatura exorcista con libros como el Malleus Maleficarum de 1494(J. Sprengurus) el Flagellum Dæmonum de 1606 (V. Polidorus), Manuale Exorcistarum (C. Brognolus) 1720.

Principales criterio para el correcto discernimiento de posesión diabólica según el nuevo ritual

Habiendo sido descartada una anomalía psíquica, ya sea patológica o paranormal, suelen considerarse signos de posesión diabólica: La aversión vehemente hacia Dios, la Virgen, los Santos, la cruz y las imágenes sagradas.Además, dependiendo del fin bueno o dañino para el cual las emplea, se podrá discernir si las siguientes producciones de la persona investigada, son dones de Dios, o signos de posesión:

El hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas.Hacer presentes cosas distantes o escondidas.Demostrar más fuerzas de lo normal.Para la práctica del exorcismo es necesaria la autorización del obispo, que puede ser concedida vez por vez para cada caso específico o de manera general y permanente al sacerdote que ejerce el ministerio de exorcista en la diócesis

Conviene puntualizar que el poder de expulsar demonios fue concedido por Jesucristo mismo a sus discípulos, y por lo tanto el obispo no tiene la facultad de privar a un sacerdote de este poder. La regla de no exorcizar sin permiso del obispo se estableció en tiempos recientes, para evitar que se exorcizase sin tener la seguridad de que hay posesión.

Los Sacerdotes de la Iglesia Católica para la realización del exorcismo lo hacen bajo lo estipulado en el Rituale Romanum. Actualmente se debería utilizar la versión aprobada por el Sumo Pontífice en enero de 1999.

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