viernes, 5 de marzo de 2010

Cerebro Humano :Enigma Total


A pesar de los numerosos estudios sobre el funcionamiento del cerebro, debemos reconocer que siguen siendo un enigma muchas de las cuestiones que se plantean en esta materia. Su complejidad no necesita ser argumentada, desde aquí intentaré exponer algunas ideas sobre la lógica de la actividad cerebral y la estructura fisiológica idónea para su optimización, pero advirtiendo de la presencia de un gran componente intuitivo en nuestros razonamientos.


Las relaciones entre el cerebro humano y los modernos ordenadores constituyen un tema apasionante, dadas las similitudes que se pueden observar entre los dos mecanismos a la hora de resolver los mismos problemas. Estos son, principalmente, el almacenamiento y manejo de ingentes cantidades de información.

Por ello, se dedica especial atención a las similitudes entre las funciones cerebrales y los ordenadores, por la ventaja que supone poder analizar o explicar gran parte de la problemática esencial del cerebro con un modelo mucho más simple y conocido por todos nosotros.

El desarrollo tecnológico que está alcanzando el ser humano le ha permitido el diseño de máquinas capaces de emular ciertas funciones cerebrales, llegando a superar al cerebro en casos particulares, como en cálculo y en memoria matemática.

Tanto por el carácter intuitivo mencionado como por la amplitud del tema, no se pretende realizar un análisis sistemático del mismo, sino comentar de forma muy simplificada, algunas de las ideas y reflexiones que más pueden llamar la atención por suponer, en alguna medida, aportaciones nuevas o recogidas de la cultura actual sobre esta materia y, de forma especial, de la TGECV - Teoría General de la Evolución Condicionada de la Vida.

En sentido contrario, la rápida evolución de estas funciones cerebrales que entiendo existe, ha sido uno de los mayores motivos de las reflexiones que me han llevado al desarrollo y formulación de la citada teoría.

De hecho, inicialmente el contenido de este libro se encontraba incluido en el apéndice del libro de la TGECV. La realización del estudio estadístico sobre la heredabilidad de la inteligencia recogido en el anexo ha provocado que definitivamente se separen ambos libros por centrarse ambos en materias muy diferentes aunque, al mismo tiempo, se encuentren totalmente conectadas.

El tiempo dirá si las nuevas ideas están o no en la buena dirección y las modificaciones o precisiones que, en su caso, sean necesarias. Espero que el tiempo sea breve a la luz de los sorprendentes resultados del estudio estadístico señalado ya que parecen confirmar el carácter hereditario de la inteligencia relacional, la significatividad del gen de menor potencial intelectual en el estudio del típico coeficiente de inteligencia (un caso particular de la inteligencia condicional), funcionalidades importantes de la diferenciación sexual y la propia existencia de una evolución finalista.

Los animales superiores podemos ser considerados como macro-sociedades simbióticas de unidades más elementales con vida propia, las células. Un aspecto esencial es su elevada organización, que faculta al conjunto de un enorme potencial intelectual y de una voluntad propia e independiente de dichas unidades elementales.

Las corrientes de modularidad y conexionismo en el cerebro suponen dos aproximaciones filosóficas que bien podrían ser complementarias.

Igualmente, las teorías actuales sobre las estructuras mentales (constructivismo -Jean Piaget e innatismo -Noam Chomsky) me parecen dos formas de ver una realidad compleja y que no tendrían por qué estar tan enfrentadas; sin querer entrar a discutir además algunas simplificaciones y afirmaciones un tanto gratuitas del innatismo.

El órgano encargado de llevar a cabo las funciones cognitivas superiores es el cerebro. No obstante, seguramente no las realiza de forma exclusiva, por ejemplo, es factible que el sistema de formación de decisiones del cerebro contenga elementos democráticos con relación a las células individuales y su tarea sea, en determinados casos, la de un mero coordinador.

Si entendemos la inteligencia, en sentido amplio, como la capacidad de relacionar conceptos o ideas,
piénsese que una conclusión sobre la base de ciertas premisas no es más que una relación; nos daremos cuenta que necesitamos conceptos o ideas para la operatividad o existencia de la inteligencia y estos últimos han de ser proporcionados por la memoria.

Del mismo modo, la memoria sin un gestor de la misma, dejaría de ser memoria en sentido estricto, no podría tener la consideración de ser información. En otras palabras, en el concepto de inteligencia se encuentra implícitamente incluida la memoria y viceversa. El disco duro de los ordenadores, sin un sistema capaz de leerlo no sería más que un trozo de chatarra sin ninguna utilidad.

No obstante, se pueden diferenciar los conceptos de forma un tanto artificial, enfatizando esa capacidad de relacionar o el archivo de la información, para la inteligencia y la memoria respectivamente. Digo artificialmente, porque nunca se podrán separar totalmente y hemos de procurar recordar este hecho para no perder la perspectiva en algunas argumentaciones.

Tanto la inteligencia como la memoria necesitan de un soporte fisiológico. Los comentarios anteriores no se deben entender como que el soporte es el mismo para ambos; sin duda, existe la especialización celular y no sólo en cuanto a inteligencia o memoria sino en cuanto a tipos o facetas de ambos.

Por ejemplo, habrá células especializadas en buscar la información de acuerdo con unos criterios, en analizar las relaciones en función de la información que otras le han facilitado, etc. Respecto a la memoria es todavía más evidente la especialización, la memoria visual puede estar ubicada en diferente lugar del cerebro que la memoria auditiva o que la memoria lingüística.

Como todos sabemos, la dotación fisiológica de una u otra capacidad puede variar entre los individuos y entre sus diferentes funciones y facetas. Pero, al mismo tiempo, no tendría mucho sentido que determinadas funciones o mecanismos comunes a cualquier tipo de memoria o de inteligencia, no se presenten en todos los tipos si se presenta en uno de ellos. En otras palabras la información genética de determinadas funciones comunes de la inteligencia y de la memoria es la misma.

También los ordenadores tienen elementos semejantes con sus correspondientes especialidades. Tenemos el chip central, un posible procesador matemático, tarjeta gráfica, etc. Por el lado de la memoria nos podemos encontrar con la memoria RAM, extendida, expandida, disco duro, etc.

En relación con el tema de las funciones comunes, el ejemplo de los ordenadores muestra con claridad lo que quiero decir. En efecto, el procesador central se puede utilizar para diferentes funciones, como el cálculo matemático o la presentación de gráficas en la pantalla por citar únicamente dos. Lo cual no quiere decir que no puedan existir elementos específicos que mejoren el funcionamiento general, como un procesador matemático.
Tampoco hay que olvidar que una neurona, aunque esté asignada a una función particular o se encuentre especializada, normalmente podrá realizar otro tipo de funciones. En particular, se puede citar que el sólo hecho de cerrar los ojos nos permite aumentar de forma inmediata nuestra capacidad auditiva e incluso de proceso lógico.
Un aspecto muy importante relacionado con estas capacidades es su complementariedad. En la exposición del objetivo de coherencia de la evolución en el libro de la TGECV - Teoría General de la Evolución Condicionada de la Vida, se cita un ejemplo de la complementariedad normal de dos variables.

Sin embargo, ahora nos encontramos con un efecto de complementariedad especial y añadido al normal. Cuanto mayor sea nuestra capacidad de relación, mayor será la eficacia de la información aportada por la memoria; pero, al mismo tiempo, mayor será la información aportada por tener un mejor gestor de la memoria. Es decir, la inteligencia opera dos veces, la primera como gestor de la memoria y, la segunda, como analista de la información.

En consecuencia, podría no ser muy exagerado el pensar que la medida de la potencia intelectual, hablando en sentido amplio, fuese igual al producto de las capacidades de la inteligencia y la memoria consideradas aisladamente. Es decir, estandarizando las escalas individuales de 0 a 10, el potencial total se encontraría en la escala de 0 a 100 y, como en todos los caracteres complementarios, el equilibrio resultaría más potente; valores medios de ambos nos darían un potencial de 25, mientras que valores relativamente extremos como 2 y 8, nos darían 16.

Con frecuencia, la potencia de los ordenadores se mide tanto por la potencia de su procesador central como por la velocidad de acceso a los datos y de comunicación entre sus diferentes partes, que afecta a la potencia del gestor de la información en su fase de localización o grabación.

Dada la complejidad del sistema intelectual de nuestro cerebro y la necesidad de mantener una operatividad óptima con relación a los horizontes temporales de la información, el sistema necesita reestructurarse a diario. Esta función de limpieza se realiza principalmente durante el tiempo que estamos dormidos.

Quizás la razón fundamental por la que necesitamos estar dormidos sea que la memoria de trabajo y la capacidad relacional están liberadas de multitud de tareas y que, para un aprovechamiento de la experiencia diaria y su análisis de cara a su posible memorización se necesitan las dos capacidades citadas con una gran potencia disponible.

Los sueños, en gran medida, representan el trabajo que lleva a cabo el gestor de la memoria a la hora de archivar ciertos datos. Cuando no sabe muy bien que hacer, por carecer de información suficiente, recrea una situación e intenta forzar a la inteligencia a decidirse, esta decisión afectará a la forma de memorizar la información. De esta forma conseguirá limpiar la memoria a corto plazo y no perder información considerada importante o verse obligado a guardar provisionalmente toda la información relativa al tema concreto.

En temas complejos, donde la inteligencia no acaba de ofrecer una decisión clara, el sueño puede ser recurrente. Seguramente el tema es importante y de la solución adoptada dependerá la grabación en lugares diferentes de la memoria de mucha otra información, o afectará a la configuración de una de las dimensiones sobre la que se asientas multitud de referencias.

El grado de dificultad de algunos problemas relacionales puede ser tan grande que, en determinadas momentos la solución más rápida a un problema es olvidarlo e intentarlo más tarde, sobre todo después de dormir. Cualquier programador experimentado sabe que, ante un problema elemental que parece irresoluble, siempre hay que comprobar la opción de apagar el ordenador e intentarlo de nuevo.

La explicación se encuentra en que en el primer caso, después de dormir se ha limpiado la memoria a corto plazo y al analizar el problema de nuevo se cargará todo lo relacionado y de acuerdo con las prioridades o importancia de cada elemento, lo que permitirá que el análisis se simplifique notablemente.

En el caso de los ordenadores, después de apagarlo y encenderlo, todas los programas y variables en memoria han desaparecido y solo se cargarán los programas y variables necesarios, asegurándonos el tener memoria libre y sin que ninguna de las variables pueda tener valores erróneos que se hubiesen podido generar en las múltiples pruebas que efectúa un programador en el desarrollo de sus programas.

Otro ejemplo, aunque distinto, es el del ojo humano. Éste se adapta mejor a cambios bruscos en la luminosidad abriendo y cerrando los párpados que de ninguna otra forma; es decir, reinicializando el sistema. Esto último es importante para aquéllos que conducen largos períodos de tiempo durante la noche. La luz de los coches que circulan en sentido contrario y los que nos adelantan, provocan cambios bruscos en la luminosidad que cansan al ojo.

Sin embargo, es muy curioso comprobar que, si ante cada cambio brusco de luminosidad, se parpadea justo en el momento del cambio, la fatiga del ojo y la molestia que se padece se reducen a la tercera parte o menos. Esto quiere decir que existen mecanismos de ajuste de la luminosidad que están optimizados para efectuarse partiendo de la oscuridad y que no fatigan al ojo, siendo, por tanto, más eficaces cuando se dan las circunstancias apropiadas.

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