En la Edad Media, las plagas mortales viajaban de un continente a otro, transmitidas por ratas infestadas por pulgas a bordo de buques. Actualmente viajan en avión, transportadas por pasajeros de las líneas aéreas que van de un rincón del mundo a otro. Y ello en cuestión de horas.
Al aumentar enormemente el número de pasajeros de las líneas aéreas internacionales, pasando de dos millones al año en 1950 a más de 1400 millones en la actualidad, el mundo ha tardado en reconocer las consecuencias para la salud pública.
Enfermedades mortales transmitidas por vía aérea, como la peste neumónica, la gripe y la tuberculosis, pueden propagarse con facilidad en las hacinadas salas de espera de los aeropuertos, en un vuelo jumbo o por los pasajeros después de su regreso a su país de origen. Además, las enfermedades infecciosas pueden ser transmitidas también a través de las fronteras por sus huéspedes animales o insectos. Las enfermedades no respetan las fronteras nacionales.
En los Estados Unidos de América, en 1977, más del 70% de los pasajeros de un avión retenido en tierra durante varias horas, fueron infectados por la gripe por un compañero de viaje.
En 1978 y de nuevo en 1992, los poliovirus fueron importados al Canadá por personas procedentes de Europa occidental. En el primer brote, 11 personas fueron afectadas por la parálisis poliomielítica: todas ellas habían rechazado la vacunación.
En Sudáfrica, en 1996, un profesional sanitario fue infectado por el virus Ébola por un paciente que entró en el país en busca de atención médica durante un brote en Gabón. El Gobierno sudafricano pidió a la OMS que estableciera un sistema de cribado para los pasajeros de líneas aéreas procedentes de otras partes de África.
En los primeros años noventa, una azafata con TB activa infectó al parecer hasta a 23 compañeros miembros de la tripulación en el curso de varios vuelos. En 1994, una persona con TB activa infectó aparentemente a seis compañeros pasajeros en un vuelo de Chicago a Honolulú.
En 1996, viajeros que volvían a los Estados Unidos y Suiza presentaron la fiebre amarilla. No habían sido vacunados contra la enfermedad.
Se ha notificado un número sorprendente de defunciones por paludismo en países septentrionales tras una infección no identificada producida por una transfusión de sangre o por una sola picadura de mosquito cerca de un aeropuerto internacional. Bruselas, Ginebra y Oslo han tenido casos recientes de paludismo de aeropuerto. Las defunciones por paludismo no son raras entre los viajeros que presentan una fiebre inesperada después de volver a su país de origen. En los países septentrionales, en donde es rara la presencia de la enfermedad los médicos pueden fallar en la realización oportuna del diagnóstico de paludismo.
Las enfermedades infecciosas pueden también cruzar las fronteras de otros modos. En 1985, el agresivo mosquito del tigre, hallado normalmente en Asia, entró inadvertidamente en los Estados Unidos en un cargamento de neumáticos usados empapados de agua procedente de Asia. En dos años, los mosquitos - capaces de transmitir la fiebre amarilla, el dengue y otras enfermedades - se han asentado en 17 Estados.
En el África Subsahariana, el VIH se propagó entre los trabajadores emigrantes, que más tarde llevaron la enfermedad a sus hogares, y entre los conductores de camiones, que mantuvieron relaciones sexuales retribuidas en sus paradas a través del continente.
El turismo, los viajes internacionales y la migración son elementos que contribuyen todos a propagar las enfermedades. El número de refugiados y personas desplazadas se ha multiplicado por nueve en los últimos dos decenios. En 1996, hasta 50 millones de personas en todo el mundo se vieron desplazadas de sus hogares, esto es, el 1% de la población mundial. Los refugiados y las personas desplazadas viven en condiciones de hacinamiento y falta de higiene y corren el riesgo de sufrir brotes de cólera y de otras enfermedades transmitidas por el agua.
En 1991, en el Perú, un barco que transportaba agua contaminada procedente de Asia en sus tanques de lastre provocó una epidemia de cólera que se extendió con rapidez por toda la América Central y del Sur. Murieron unas 11 000 personas.
El Reglamento Sanitario Internacional exige a los gobiernos que notifiquen todos los casos de tres enfermedades: cólera, peste y fiebre amarilla. El objetivo es proporcionar un sistema internacional rápido de alerta para las enfermedades de importancia en la salud pública internacional. El sistema trata de hallar un equilibrio entre la protección máxima contra esas enfermedades y la mínima interferencia del tráfico y el comercio mundiales.
Sin embargo, muchos países dejan de notificar brotes asustados por la amenaza de posibles pérdidas económicas. Las reglas son difíciles de cumplir. En la actualidad esos reglamentos se hallan en curso de revisión y ampliación para proporcionar advertencia precoz respecto a brotes de cualquier enfermedad mortal.
Un brote aparecido en cualquier parte del mundo debe tratarse ahora como una amenaza para prácticamente todos los países, en particular aquellos que sirven de núcleos principales de los viajes internacionales. Sin un sistema de vigilancia mundial activa de las enfermedades que proporcione una advertencia precoz de la aparición de brotes, la exportación de enfermedades infecciosas puede llegar a ser una industria en crecimiento.
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