La paleontología no cesa de darnos sorpresas de unos años a esta parte. A comienzos de la década que ahora acaba, los científicos nos hacían partícipes del hallazgo de restos de una especie humana diminuta en la Isla de Flores, con una edad de "solo" 18.000 años.
El Homo floresiensis, ha provocado un intenso debate entre quienes lo consideran una nueva especie de homo, y los que creen que en realidad se trata de una subespecie del Homo sapiens. Desafortunadamente, el clima tropical de Flores ha hecho imposible recuperar ADN de estos pigmeos, por lo que el debate será difícil de zanjar.
Una década antes, en 1994, el hallazgo en la cueva asturiana de El Sidrón de unos huesos que en principio se tomaron por restos humanos de la guerra civil, resultó en la sorpresa de regalar a la ciencia uno de los emplazamientos más importantes jamás hallados para el estudio de neanderthales.
Desde entonces el goteo de trabajos realizado sobre al ADN excepcionalmente preservado gracias a las condiciones de humedad en inaccesibilidad de la cueva, ha sido constante. En 2007 supimos por ejemplo que los Neanderthales también podían ser pelirrojos.
Este mismo mes, nos enteramos gracias a un trabajo publicado en The Proceedings of the National Academy of Sciences por el equipo de Carles Lalueza-Fox de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, de que los restos encontrados pertenecen a 12 individuos probablemente de una misma familia: tres hombres, tres mujeres, tres chicos adolescentes y tres niños, uno de los cuales era un bebé.
Sabemos también que la familia fue probablemente masacrada por un clan rival a causa de conflictos territoriales, y que los vencedores consumieron sus cadáveres con la ayuda de instrumentos de piedra. Ya había antecedentes de canibalismo en otros yacimientos Neanderthal, pero nunca en un número y calidad similar a los encontrados en la cueva del concejo de Piloña.
Sin duda, una de las noticias científicas del año llegó en abril de este año con las evidencias de que nosotros, los humanos modernos, nos hibridamos con otras especies de homo más arcaicas al menos en dos ocasiones durante nuestra historia reciente. Una de las especies con las que nos mezclamos eran nuestros viejos conocidos los Neanderthales, pero la otra era una incógnita.
En marzo de este apasionante 2010, un equipo del Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck en Leipzig, Alemania, recuperó ADN en el sur de Siberia del hueso de un dedo meñique y un diente de un hominino datado entre 30.000 y 50.000 años encontrados en 2008, que parecía no ser Neanderthal ni humano moderno.
La cueva donde se encontraron el dedo fosilizado y la muela de esta hembra infantil, llamada Denisova, ha dado nombre ahora al que se cree nuevo miembro de la familia homo: los Denisovanos.
Al contrario que con los ejemplares de Flores, esta vez si se ha podido secuenciar su genoma, y aunque los investigadores no han querido hablar de nueva especie a la espera de encontrar más restos, parece plausible que los restos no pertenezcan Neanderthales.
Sin embargo, la hibridación con humanos modernos parece existir, puesto que menos de un 3% del ADN mitocondrial de los denisovanos está presente en las poblaciones de humanos modernos de Melanesia.
La paleogenética muestra también que esta supuesta nueva especie está más relacionada con los Neanderthales que con nosotros. Probablemente pertenecen a la primera oleada de homínidos que abandonaron África hace unos 800.000 años, y que dieron lugar a ambas especies, que se separaron genéticamente hace unos 600.000 años.
Los Neanderthales se expandieron por Eurasia, mientras que los Denisovanos pudieron hacerlo por el continente asiático.
Este hallazgo forzará a estudiar con más detalles restos humanos encontrados en China que no parecían pertenecer a Homo erectus ni Homo sapiens. Si la relación se confirma mediante el ADN, tal vez pronto podamos hacer reconstrucciones del aspecto de estos antiguos primos, que parecen haber vivido hasta hace apenas 30.000 años.
De momento, un fragmento de dedo y una muela no aportan demasiada información fisiológica sobre esta supuesta nueva especie arcaica.
Lo que está claro es que la vieja idea de que los humanos modernos remplazamos a los homos arcaicos cuando hace 70.000 años una nueva oleada abandonó África para expandirse por el resto de los continentes, es demasiado simplista.
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