miércoles, 6 de enero de 2010

OMS: acusan de corrupción al «papa de la gripe A»

Durante el transcurso de este año, el parlamento de los Países Bajos [1] abrigaba sospechas sobre el famoso Dr. Osterhaus y había abierto una investigación por conflicto de intereses y malversación. Fuera de los Países Bajos y de la prensa de esa nación, sólo unas pocas líneas publicadas en la respetada revista británica Science mencionaron la sensacional investigación sobre los negocios del Dr. Osterhaus.

No se cuestionaban ni las referencias de Osterhaus ni sus conocimientos en su especialidad. Lo que se pone en tela de juicio, como señala en un simple despacho la revista Science, es la independencia de su juicio personal en lo tocante a la pandemia de gripe A. Refiriéndose al Dr. Osterhaus, la revista Science publicaba las siguientes líneas en su edición del 16 de octubre de 2009:

«En los Países Bajos, durante los 6 últimos meses, era difícil encender la televisión sin ver aparecer al célebre cazador de virus Albert Osterhaus y oírlo hablar de la pandemia de gripe A. Por lo menos, eso es lo que se creía. Osterhaus era el Señor Gripe, el director de un laboratorio internacionalmente conocido en el Centro Médico de la Universidad Erasmo de Rótterdam. Pero su reputación decayó rápidamente la semana pasada luego de la mención de una serie de sospechas sobre su deseo de incentivar el temor sobre una pandemia para favorecer los intereses de su propio laboratorio en la elaboración de nuevas vacunas. En el momento en que Science entraba en prensa, la Segunda Cámara del Parlamento de los Países Bajos anunciaba también que el tema será objeto de un debate urgente.» [2]

El 3 de noviembre de 2009, sin salir completamente indemne, Osterhaus había logrado evitar daños. En el sitio web de la revista Science, uno de los blogs reportaba: «La Segunda Cámara del Parlamento de los Países Bajos rechazó hoy una moción que exigía que el gobierno rompa todo vínculo con el virólogo Albert Osterhaus del Centro Médico de la Universidad Erasmo de Rótterdam, quien está siendo objeto de acusaciones por conflicto de intereses como consejero gubernamental. Por su parte, el ministro de Salud Ab Klink anunciaba al mismo tiempo una ley [3] para la transparencia del financiamiento de la investigación, que obligará a los científicos a revelar los vínculos financieros que mantienen con empresas privadas» [4].

En un comunicado difundido a través del sitio del ministerio de Salud en Internet, el ministro Klink, de quien se sabe que es un amigo personal de Osterhaus [5], afirmaba posteriormente que éste último no era más que uno de los muchos consejeros del ministerio para las cuestiones relacionadas con las vacunas contra la gripe A H1N1. El ministro afirmó también estar «al corriente» de los intereses financieros de Osterhaus [6] que, según el propio ministro, no tienen esconden nada de extraordinario, simplemente el progreso de la ciencia y de la salud pública. Por lo menos, eso es lo que se creía.

Un análisis más profundo del expediente Osterhaus deja entrever que ese virólogo neerlandés de fama internacional pudiera ser el eje de una estafa de varios miles de millones de dólares montada alrededor del riesgo de una pandemia. Se trataría de un fraudulento sistema en el que vacunas no sometidas a los necesarios procesos de ensayo estarían siendo utilizadas en seres humanos, lo cual conlleva el riesgo –cosa que ya ha sucedido– de provocar serias secuelas, como graves parálisis e incluso la muerte.

Lo llaman «Dr. Flu» (Doctor Gripe). El profesor Albert Osterhaus es el principal consejero de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la pandemia de gripe H1N1. Venía prediciendo desde hace años la inminencia de una pandemia global y lo que hoy sucede parece estar dándole la razón. Pero el escándalo que ha estallado en los Países Bajos y que está siendo tema de debate en el parlamento ha puesto de relieve los vínculos personales del profesor Osterhaus con los laboratorios que fabrican las vacunas que él mismo prescribe en sus recomendaciones a la OMS.
F. William Engdhal nos relata cómo un experto poco escrupuloso ha logrado manipular la opinión pública internacional, sobredimensionando el impacto de la gripe H1N1 y enriqueciendo así a los laboratorios que le pagan a él.

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