Los científicos militares han desarrollado una tecnología paralela. Una muestra de ello son los aviones de forma triangular que recuerdan a los OVNIs de las películas.
Miren atentamente la fotografía que tienen a la izquierda de este texto. Cuando en los años ochenta no se conocía la existencia de prototipos aeronáuticos de tan peculiar forma, alguien que hubiera contemplado con sus propios ojos una escena como la inmortalizada habría pensado que estaba ante un OVNI. Además, este artefacto de aspecto fantasmal que ven no se puede detectar en radar y posee otras serie de propiedades tecnológicas que rayan la ciencia-ficción.
Pero hay más: la imagen está tomanda en un lugar conocido como Área-51, una zona altamente reservada y secreta de la inmensa Base Aérea de Nellis, Nevada (EEUU). Aunque el lugar existe y está operativo desde hace 30 años, no fue hasta finales de los noventa que se aceptó oficialmente su existencia.
Fue gracias al anterior presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, que firmó, antes de abandonar la Casa Blanca, una orden ejecutiva mediante la cual eximía a Groom Lake –también llamada así el Área-51– de la aplicación de cualquier legislación local, estatal o nacional. ¿Cón qué objetivo? Es desconocido, pero quién más, quién menos, está convencido de que la naturaleza secreta de las labores del ejército en aquel lugar pueden tener mucho que ver con la decisión de blindar legalmente lo que allí ocurre. Se sospecha, entre otras cosas, que el uso de materiales altamente contaminantes puede ser uno de los motivos que invitó a Clinton a “proteger” el Área-51, a pesar de que eso supusiera reconocer la existencia del lugar.
Por aquellas fechas –otoño de 2000– algunos ex trabajadores de la base desarrollaron patologías asociadas a la exposición a materiales tóxicos. Pero además de lo señalado, desde los años ochenta muchos testigos han observado cómo la base es sobrevolada por luces y objetos no convencionales. Hoy se sabe que aviones como el B-2 –el que muestra la fotografía– utilizaron el Área-51 durante años para poder llevar a cabo de forma discreta sus vuelos experimentales.
Sin embargo, hasta 1988 no se reveló al público la existencia del mismo, y de otro avión similar, el F-117, también indetectable al radar. Habían pasado casi quince años desde que se encontraban operativos. Al conocerse la fecha y los lugares en los que se experimentó con ellos –en la valle de Hudson en 1983, por ejemplo– se descubrió que muchos de los testigos habían denunciado la presencia en los cielos de OVNIs de forma triangular, lo que nos revela claramente que dichos avistamientos pudieron tener –sólo pudieron tener… y es que no todos los estudiosos así lo defienden– su origen en los vuelos experimentales de las por entonces “armas secretas”. Triángulos voladores, boomerangs gigantes a ras de suelo, OVNIs pentagonales dejándose ver en el cielo…
Fueron cientos los casos que se produjeron allí y que constituyen en sí la primera gran oleada de estas características. Hay un dato que no deja de ser llamativo: la forma de los OVNIs. Los estudios efectuados por ufologos en función de la casuística mundial, desvelan una realidad incuestionable: hasta los años ochenta, sólo un 3% de las observaciones de OVNIs responden a artefactos de forma triangular, pero desde entonces, la cifra oscila entre un 25% y un 30%. Para los estudiosos más críticos, esta “mutación” en la forma de los OVNIs se debe a que muchas observaciones de este tipo de prototipos son erróneamente interpretadas por los testigos e investigadores.
Habría una razón fundamental para ello: las más modernas naves herederas de las ya conocidas B-2 y F-117 podrían llevar años sobrevolando los cielos en silencio y de forma furtiva, ya que todavía no se habrían presentado a la opinión pública, lo que ha generado una auténtica ola de informaciones y desinformaciones sobre las características de estos nuevos aviones, en especial, del conocido como Aurora.
Nadie ha podido demostrar la existencia real de esta nave que, de atender a las diferentes informaciones que ha generado, dispondría de unas propiedades casi mágicas. Algunas referencias – no confirmadas – señalan que este avión triangular podría alcanzar una velocidad próxima a los 20 mach, es decir, 20 veces las velocidad del sonido, lo que equivale a más de 25.000 km/h.
Otras versiones más comedidas reducen a un tercio su capacidad; aún así, sería el avión más veloz creado por el hombre. La falta de confirmación oficial podría invitar a dudar de la misma existencia del Aurora. Diversas publicaciones como Popular Science o Aviation Week empezaron a recibir informaciones sobre la existencia de este artefacto volante de ensueño a mediados de los años ochenta. Aquellas primeras noticias anunciaban que el Aurora no tardaría mucho tiempo en ser presentado en público.
Pareció llegar ese momento cuando poco antes de la invasión de Panamá de 1989, las Fuerzas Aéreas anunciaron la presentación de aviones que iban a revolucionar todo lo que se sabía sobre cazas de guerra. Y se generó entonces expectación… Efectivamente, con toda la carga patriótica posible y el himno norteamericano resonando entre los hangares, fueron presentados los B-2 y el F-117. El primero se trata de un bombardero de enorme autonomía –capaz de salir desde Estados Unidos a Oriente Medio y volver sin necesidad de repostar–, de alcanzar enormes alturas y portar miles de kilos en bombas.
Por su parte, el F-117 es un caza espía de pequeñas dimensiones, no excesivamente veloz pero sí extraordinariamente “hábil” en vuelo. A ambos se les había aplicado la tecnología Stealth, gracias a la cual se obtiene la indetectabilidad al radar. Aunque las razones tecnológicas que les convierten en invisibles son desconocidas, se intuye que la aleación de metales y su peculiar forma tienen mucho que ver con el secreto.
Además, son aviones extraordinariamente silenciosos y durante la noche, lo que se observa al verlos, es una siniestra forma negra con un foco de luz en cada vértice y un cuarto punto en el centro de color rojizo e intermitente.
Eso es precisamente lo que describieron en Bélgica miles de testigos entre 1989 y 1991, cuando se produjo una espectacular oleada de apariciones de artefactos de estas características. Los sectores más racionales explicaron de inmediato las 3.000 apariciones de “no identificados” de forma triangular en los cielos centroeuropeos: se trataba del F-117. Sin embargo, el análisis de los diferentes episodios arrojó algunas dudas. El fantasmal caza, aún disponiendo de una tecnología muy avanzada, no podía ser capaz de tanto.
Además, en uno de los más relevantes sucesos ocurridos –que tuvo lugar el 30 de marzo de 1990, cuando dos F-16 persiguieron a los OVNIs– presentaba determinadas características imposibles de imitar por el caza espía.
Aquel OVNI, que pudo ser fotografiado, aparecía nítido en las pantallas de radar –cosa curiosa, habida cuenta de que esquivar a las pantallas de control es la principal característica de este joya del ejército norteamericano– y era capaz de desarrollar velocidades imposibles y aceleraciones súbitas que vulneraban cualquier ley física. Por ejemplo, desarrolló una aceleración de hasta 40G, cuatro veces más de lo que hubiera soportado un piloto.
Investigadores muy críticos como el francés Bertrand Méheust abogaron en principio por la tesis del “arma secreta”, pero más tarde se echó atrás al analizar el comportamiento de aquellos OVNIs triangulares. Y es que se mostraban de forma abierta, sin el clásico comportamiento huidizo, situándose estáticos sobre carreteras y pueblos –un F-117 no está preparado para detenerse en el aire–, y en ocasiones, hasta modificando su aspecto. Acaso –sugierieron quienes pretendían seguir apostando por la hispótesis terrestre– lo que se dejó ver en los cielos belgas durante aquellos años fue una suerte de avión más moderno y desarrollado…
¿El Aurora u otro de su generación tecnológica…? Por aquellas fechas se produjeron avistamientos que no dejaban lugar a dudas, como el ocurrido en agosto de 1989 en el Mar del Norte, cuando un oficial de la Royal Air Force del Reino Unido observó varios aviones que rodeaban en vuelo a un artefacto triangular cuyo aspecto se asemejaba bastante a los herederos del B-2 y el F-117, pero que no era exactamente ninguno de ellos. Indiscutiblemente se trataba de un artefacto terrestre… ¡pero desconocido!
El pasado mes de agosto, el Instituto para el Descubrimiento Científico –NIDS– de Estados Unidos publicaba un informe a propósito de las observaciones de extraños artefactos triangulares en los cielos norteamericanos, en donde se han registrado más de 1.000 casos en los últimos tres años. La conclusión a la que llegaron los expertos de este colectivo es que dichos artefactos “no responden al despliegue de una nave perteneciente a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos”. Pero entonces, ¿de qué se trataba?
El informe de este colectivo no niega que se trate de aeronaves terrestres, pero la tecnología que desarrollan estaría infinitamente por encima de la conocida hasta el momento. Podría ser una cuestión de fechas; los primeros aviones Stealth comenzaron a volar quince años antes de ser presentandos a la opinión pública. Así, si las informaciones publicadas por Aviation Week son ciertas, el Aurora podría tener ya una antigüedad de 20 años y haberse quedado incluso desfado respecto a los nuevos prototipos.
De hecho, la revista Popular Sciece publicaba un estudio a finales de los noventa en donde señalaba que la tecnología de invisibilidad al radar había llegado mucho más lejos de lo esperado. De acuerdo a filtraciones recibidas, los más modernos prototipos –triangulares, cómo no– habrían desarrollado un sistema basado en determinados juegos de luces que servirían hasta para pasar desapercibidos ante los ojos de eventuales testigos.
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